La mejor publicidad para Carla García Buscaglia, no es su apellido paterno, tampoco su círculo de “amiguis” de caja boba o de pluma original y mucho menos su disforzado y ocasional titubeo de niña “muñequeada” en la 96.7 de la FM, donde mi opinión no importa.   

Ella debiera saberlo porque es publicista, bueno por lo menos eso dicen que es; pero denota y connota que lo suyo pasa por una mala praxis de buen hablar, mal leer y de no pensar. La radio competitiva de hoy, exige ciertos estándares de pensamiento reflexivo por su naturaleza sonora; la trasmisión de sonidos mediatizados a grandes públicos, siempre provocarán una buena imaginación, lástima que Carla provoque un automático cambio en el dial.

Y es cierto Carla; ésta no es una crítica constructiva, es por lo contrario una forma sutil de destruir tu precaria sintaxis opinativa en beneficio de mis oídos y de la escucha de miles de peruanos que creen que la chacota es una forma de ejercer el buen periodismo.

Beto Ortiz, tu partner en la locución, es el filtro que se esfuerza por introducirte, sin éxito a esos agónicos tres minutos de lucidez o por “soplarte” ese haz de coherencia y creatividad plenamente ausente y apagado para efectos de sintonía real y no ficticia. Humberto Ortiz Pajuelo es consiente que el apellido García pesa en la “gentita” del establishment mediático y por su culto al oportunismo presencial y egocéntrico de su línea editorial y sentimental, no se atreverá a dejarte plantada en las puertas de la iglesia porque si no, viene el padre de la novia y desapareces de la escena.

Pero si es bueno felicitar el debut de un buen stand-up comedy con argumentos de impro radial y matices de objetividad de justicia social, posee un alto grado de entretenimiento distractivo por su incalculable emisión de humo colorido que se esmera por plantear una agenda muy necesaria en el Perú como lo es el debate de la unión civil. Gracias Beto, gracias Carla; somos sordos en la jungla que significa escucharlos.